Chile una sociedad marcada por la desigualdad
Nuestro país ha sido destacado por diversos organismos internacionales como un modelo a seguir, dado que se ha logrado combinar una ejemplar transición política (de la dictadura a la democracia), con un crecimiento económico significativo sostenido en las ultimas dos décadas.
Sin embargo, la realidad chilena actual expresa una serie de tensiones sociales que se mantienen ocultas y que solo afloran en momentos de crisis, acumulándose como una amenaza latente a la aparente estabilidad y prosperidad económica que se difunde como imagen oficial.
Chile es de acuerdo a los índices que miden la desigualdad en el ingreso (coeficiente de Gini) uno de los países con peor distribución de la riqueza a nivel mundial. En el año 2003 El informe de desarrollo humano del PNUD y el Informe del Banco Mundial, colocan a nuestro país entre las 12 naciones con la peor distribución de ingreso en el mundo.
La compleja realidad chilena y sus profundas contradicciones, solo se pueden entender si se considera la persistencia desde hace mas de tres décadas de un modelo social y económico que se sustentan en las dos grandes herencias de la dictadura militar: la Constitución Política de 1980 y el Modelo Económico Neo Liberal.
Ambos marcos institucionales que rigen y determinan la actividad social, política y económica en nuestro país se han mantenido en lo fundamental, y no han sido modificados durante la transición política por los sucesivos Gobiernos de la Concertación. De este modo el crecimiento económico de Chile ha permitido reducir la pobreza, pero no ha significado una disminución de la desigualdad y en particular la distribución de la riqueza ha empeorado, concentrándose en los grupos más ricos de la población.
Por su parte el Estado se mantiene minimizado en sus funciones favoreciendo los mecanismos de Mercado, que en el caso Chileno significa que la actividad económica, su orientación y toma de decisiones estratégicas, quedan en manos de los grandes grupos económicos nacionales y las empresas transnacionales que dominan la economía del país, actuando en su propio beneficio.
La labor redistributiva del Estado sigue siendo insuficiente para satisfacer las necesidades y demandas de amplios sectores de la población. Si bien se reconoce que en los Gobiernos de la Concertación se realizo un aumento importante del gasto público y la inversión en programas sociales, se mantienen amplios segmentos de la población en condición de pobreza e indigencia. La encuesta Casen del 2009 (encuesta de caracterización socio económica) revela que para ese año el porcentaje de población en condición de pobreza alcanzo al 15,1%, es decir a 2,5 millones de chilenos, de los cuales 635 mil se consideran indigentes.
Sin embargo, la realidad chilena actual expresa una serie de tensiones sociales que se mantienen ocultas y que solo afloran en momentos de crisis, acumulándose como una amenaza latente a la aparente estabilidad y prosperidad económica que se difunde como imagen oficial.
Chile es de acuerdo a los índices que miden la desigualdad en el ingreso (coeficiente de Gini) uno de los países con peor distribución de la riqueza a nivel mundial. En el año 2003 El informe de desarrollo humano del PNUD y el Informe del Banco Mundial, colocan a nuestro país entre las 12 naciones con la peor distribución de ingreso en el mundo.
La compleja realidad chilena y sus profundas contradicciones, solo se pueden entender si se considera la persistencia desde hace mas de tres décadas de un modelo social y económico que se sustentan en las dos grandes herencias de la dictadura militar: la Constitución Política de 1980 y el Modelo Económico Neo Liberal.
Ambos marcos institucionales que rigen y determinan la actividad social, política y económica en nuestro país se han mantenido en lo fundamental, y no han sido modificados durante la transición política por los sucesivos Gobiernos de la Concertación. De este modo el crecimiento económico de Chile ha permitido reducir la pobreza, pero no ha significado una disminución de la desigualdad y en particular la distribución de la riqueza ha empeorado, concentrándose en los grupos más ricos de la población.
Por su parte el Estado se mantiene minimizado en sus funciones favoreciendo los mecanismos de Mercado, que en el caso Chileno significa que la actividad económica, su orientación y toma de decisiones estratégicas, quedan en manos de los grandes grupos económicos nacionales y las empresas transnacionales que dominan la economía del país, actuando en su propio beneficio.
La labor redistributiva del Estado sigue siendo insuficiente para satisfacer las necesidades y demandas de amplios sectores de la población. Si bien se reconoce que en los Gobiernos de la Concertación se realizo un aumento importante del gasto público y la inversión en programas sociales, se mantienen amplios segmentos de la población en condición de pobreza e indigencia. La encuesta Casen del 2009 (encuesta de caracterización socio económica) revela que para ese año el porcentaje de población en condición de pobreza alcanzo al 15,1%, es decir a 2,5 millones de chilenos, de los cuales 635 mil se consideran indigentes.